Qué rabia, pensar que no hay nadie ahí arriba, en algún punto tras los nubarrones grises que encuadran uno de esos días en que la noción de estar de paso se vuelve tan contundente como una palada de tierra sucia. Y al menos, tendría razón de ser si levanto la cabeza y grito encarándome a la lluvia que es un hijo de la grandísima puta.
1 comentario:
Los dioses también lloran.
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