domingo, 28 de febrero de 2010

Ya está bien

Despierto y sé quién soy, al menos sé quién soy en este momento aunque dentro de unos meses o de unas horas me arrepienta, pero qué más da.

Ya está bien de gilipolleces, de autocomplacencia, de autocompasión, me digo cuando me encuentro ahí en el fondo de tinta de la taza de café, Ya está bien de espejos, de máscaras y de lluvia que ni notaba aunque me estuviese empapando hasta el tuétano de los huesos.

Leo (cómo no) al Bolaño detallista de La literatura nazi en América, leo al García Márquez sádico del cuento breve del teléfono y al García Márquez blandengue de Memoria de mis putas tristes, leo el blog de Fernández Mallo y sus aproximaciones al Cortázar que más me gusta (de momento), leo o intento leer al J.C. Ballard de The disaster area en su lengua original y es la primera o la segunda vez que intento algo así y me sorprendo disfrutando, leo tonterías sobre los coches rosas en Japón y me voy a ver Mulholland Drive en una televisión que casi tiene más años que yo y que refleja el pasillo de mi casa y sus luces frías, mientras fuera se desata una tormenta de ficción.

Pienso después que qué coño, que tengo oportunidad de publicar, de trabajar, de hablar de literatura en público (aunque, confieso, no me he preparado nada aún y es dentro de dos semanas), de ser quien yo quiera, a fin de cuentas, que no todo va a ser tan horrible como me gusta pintármelo, sobre todo cuando llevo dos días sin hablar con Naoko.

Y pienso que aunque me esté resfriando por culpa de la maldita lluvia de las cinco de la mañana, o aunque necesite ver un par de veces más las películas de Lynch o consultar el diccionario cada tres palabras o dotar a todo esto que estoy escribiendo de mínima unidad narrativa, ya está bien.

martes, 2 de febrero de 2010

Ver acedía

Salgo de un examen que puede resumirse como un estrepitoso fracaso de una hora, independientemente de la nota posterior. Cobro poco más de veinte euros por cinco minutos en que dije algo sobre las encuestas docentes: los cinco minutos mejor pagados de mi vida. Me arrojo a la cama y me quedo mirando a ninguna parte. Me pregunto a dónde voy. Me quedan menos cincuenta páginas para acabar La información de Martin Amis y me gustaría escribir una crítica de estilo pretendidamente literario, pero hace meses que no escribo nada decente. Me planteo acercarme a alguna exposición esta tarde para después reseñarlo como si realmente me fueran a pagar por ello. Me planteo llamadas, traslados de expediente, traslados de mundo. Me instigo para escribir sobre Tic-tac de forma personal o medianamente personal.

No sé si voy a hacer alguna de esas cosas, hoy. Me levanto. Me preparo un café. Me meto la dosis de Facebook. Tecleo en la web de la RAE. Dos acepciones y cuatro palabras que ahora mismo se hacen sinónimas.