domingo, 24 de abril de 2011

Nieva

Hace tanto frío que la cremallera del bolsillo me muerde la piel, y la leche del desayuno ya no calienta la garganta, pero no hace falta hablar, sólo seguir amontonando nieve y terminar el muñeco que estamos haciendo.
Qué ilusión, hermanito, la nieve, qué contento y qué ilusión te hizo cuando te desperté hoy y te dije ssshhh ya verás y te puse la leche en el tazón del desayuno con la mano metida en el bolsillo, bebe la leche hermanito que vamos a jugar con la nieve, ya verás qué sorpresa damos a todos, y cómo callabas con los ojos bien abiertos, por una vez cómo callabas, tú que siempre hablas de más y siempre gritas con esa vocecilla ruidosa todo lo que hago aunque te diga ssshhh pero hoy dije ssshhh y como era nieve recién caída, cuajada, blanca, la nieve que te prometí, te acuerdas, callaste y sigues callado cuando la nieve te rodea, con los ojos cerrados y escarcha de leche helada en las comisuras de los labios, la nieve me irrita la piel pero tengo que acabar antes de que despierten todos y te busquen, pero aún no ha amanecido y aún queda tiempo y aún siguen cayendo esos copos lentos.

domingo, 10 de abril de 2011

Hilos de humo

Solamente decimos no te enamores a quien sabemos que puede caer, sólo decimos no te fíes a quien sabemos que va a cerrar los ojos; sólo insultamos al que vemos que le duele y sólo decimos vete al que sabemos que va a quedarse. Elogiamos la soledad, elegimos el placer y el hic et nunc, aunque en el fondo muy al fondo palpita el no se te ocurra enamorarte, claro que entonces, qué sería del magnetismo perverso de ese cable tendido ante el abismo.

sábado, 9 de abril de 2011

Poco más que añadir VII

Algunos países actúan como una droga. Es el caso de China, que tiene el sorprendente poder de convertir en pretenciosos a todos aquellos que han estado allí, incluso a todos aquellos que hablan de ella.


La pretensión induce a escribir. De ahí la ingente cantidad de libros sobre China. […].
 
Nada permite tanto dárselas de algo como decir “Acabo de llegar de China”. Y todavía hoy, cuando intuyo que alguien no me admira lo suficiente, recurro a un “cuando vivía en Pekín”, pronunciado como quien no quiere la cosa y en un tono de voz indiferente.”


[…]

El esnobismo no es la única explicación. El elemento fantástico es tremendo e irresistible. Cualquier viajero que desembarcase en China sin una buena dosis de fantasías Chinas, no vería más que una pesadilla.

[…]

Por supuesto, estaba la Ciudad Prohibida, el Templo del Cielo, la Colina Perfumada, la Gran Muralla, los sepulcros Ming. Pero eso era para los domingos.

El resto de la semana estaban la inmundicia, la desesperación, la corriente de hormigón, el gueto, la vigilancia, disciplinas en las que los chinos sobresalen.

Ningún país deslumbra hasta tal punto: las personas que lo abandonan se refieren a las maravillas que han visto. Pese a su buena fe, no suelen mencionar una fealdad tentacular que no ha podido pasarles por alto. Se trata de un fenómeno extraño. China es como una hábil cortesana que consiguiera hacer olvidar sus innumerables imperfecciones físicas sin siquiera disimularlas, y que inspirase una admiración incondicional entre todos sus amantes.
El sabotaje amoroso, Amélie Nothomb