miércoles, 29 de septiembre de 2010

Cómo.

Cae la noche como un grito. Sábado. Sabes qué, lleva retraso... ¿Vas a volver? ¿Queréis apostar? La última. Llueve. De profundis en la terminal. Eh, eh, chica, despierta, tu vuelo...¿entiendes? Lágrimas que enturbian el palacio, amarillo, azul, cristal, de Norman Foster. Vacío.

Seis horas como la diferencia de luz con el otro extremo.

Doce más, sueños turbios, [Kid A, Kid A].


Dos bolsas de mano, una taza metálica, un ordenador portátil, unas gafas, un cuerpo, se precipitan por las escaleras.

Madrid, tan acogedora.

Se intuyen rasguños, se quedan en nada. Bienvenida.

No es sólo escribir bonito

Tan revolucionarios, tan ególatras los artistas de lo que llaman Occidente, cuando salieron del estudio, de la perspectiva quieta y de la soledad del creador caduco, no se dieron cuenta de que ellos [los otros], el Oriente que dibujaron a tinta y flores delicadas ya estaban allí. Ya habían estado allí.

Aquella tarde en el pabellón de las Orquídeas, ya había alguien que compartía con su público el momento [tan poético, tan típico] en el que surge ese algo que fluye, tinta o palabra o gestos, y derramó tinta en una de las más preciadas muestras de abstracción. Ese camino de dudas y tiempos sin pausa posible, con borrones y detenimientos, cientos de años muchas millas hacia el este, invita a jugar. Invita a combinar la tinta, las palabras, las miradas cómplices o inquisitivas del que, al otro lado, nos mira. Ya que al fin hemos conseguido llegar, por otros medios, por otros caminos, hasta una encrucijada, por qué no. A ver a dónde nos conduce todo esto.


(16 de septiembre).

domingo, 12 de septiembre de 2010

Los resquicios de la Muralla

Parece, en su enormidad, un reptil en calma que en cualquier momento pueda alzarse, lento, amenazante, cebado de huesos y piedras no tan antiguas como nos quieren hacer creer. La llegada a Jinshanling es una travesía por colinas verdes de escenario de comedia bucólica. Pero a pasar de los esfuerzos por hacerla un paseo que se traducen en sombreros cónicos, fruta desecada, baratijas y lemas (yo escalé la Gran Muralla, frases de políticos, creer que eres un héroe) las piedras, aun romas, doblegan la espalda y ensucian las manos.

Hay muchos tramos que salvar. Al más escarpado no se llega en coche ni se accede con una postal que cuesta cincuenta yuanes (el valor de pisotear los monumentos disponibles). El tramo amurallado que acalla los veintiún años de una historia que no figura en la Historia y que tacha y borra las palabras en cualquier idioma está sin embargo lleno de resquicios.

Es el primer paso, después de la ayuda de dos buenas amigas, una allí, otra aquí.

Es lo poco contra lo que hoy podemos rebelarnos de verdad.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

La canción amortiguada

El equivalente práctico a la red social de hace diez días es ahora un listado de teléfonos que empiezan por 1, que aún nadie ha terminado de aprenderse y que parecen todos el mismo.


Los No Name Trio afinan entre libros. Alguien pide tres botellas de Tsingtao. Estamos aquí, perdidos, por voluntad propia, [decimos todos bien alto a quien quiera oírnos, leernos, escuchar el mantra del que se va por un tiempo], hasta que suena Caravan. Anagnórisis, de nuevo, subirse a la cadencia del acordeón, y al terminar la canción hay algo distinto en las sonrisas.

Nunca termina de hacerse de noche.


A veces, también, todo es como una de esas tiendas idénticas que venden idénticos trofeos para turistas, en rojo y dorado que debería ser gris, como el edredón de smog que va asfixiando la ciudad a medida que avanza el otoño y que terminará cubriendo Beijing de plumas heladas una vez el gobierno decida que hay que disparar al cielo.


De momento, desde el Quemador de Incienso, sólo se ve una niebla espesa, la Nada de Fantasia, que no deja ver más allá de lo inmediato.


El resto son sólo preguntas. Y quién sabe, quizá ese humo las transforme en algo distinto, allá al otro lado.