lunes, 29 de marzo de 2010

El mundo sigue sin nosotros y no, no es nada personal

Aún con la resaca de la noche de los teatros (ambigú, cava, vestuario y atrezzo, tequila y desajuste horario), el domingo a mediodía me agencio un sombrero y me desperezo al sol. Dejo que pasen las horas. Se me ocurre que me podría quedar así, sentada, disfrutando del domingo mientras el mundo avanza y el tiempo, aunque parece detenerse en una tarde, continúa llevándoselo todo y a veces, la clave está precisamente en admitirlo, en convivir con la pereza y con el impulso de empuñar el bolígrafo a ver qué sale de ahí, sin la pretensión de hacer algo trascendente pero a la vez, con el acicate de saber que hay algo más aparte del sol traicionero de marzo, que existen las mañanas de domingo y que a todos, de vez en cuando (pero muy de vez en cuando) nos llega la suerte en forma de tibieza.

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