Albergamos un miedo tan atroz a sentir que perdimos nuestro tiempo que enseguida buscamos a alguien que nos lo ocupe, a alguien en quien derogar la culpa que, a posteriori, nos embargará por haber dejado que ocurriera.
Y consagramos la vida a esa tarea de búsqueda que se detiene con alivio a cada mirada de asentimiento, de condescendencia, de interés, que convierte el juego en un presagio de descanso incierto en nuestra vida y en ese tiempo abismal que nos aterra.
1 comentario:
efectivamente...
Publicar un comentario