sábado, 24 de abril de 2010

Hoy también se puede leer

No sé muy bien si lo del Día del Libro es una celebración o una reivindicación, y más con la que está cayendo en el mercado editorial aunque luego haya según qué productos que funcionan tan sumamente bien. Pero no me voy a meter con los best-sellers que añaden volumen a la carne de Metro, porque tienen su función y la cumplen perfectamente, sobre todo la de ser objeto de críticas y de condescendencias en las reuniones de proyectos de intelectuales venidos a más.

Sin que tenga mucho que ver, entregaron el premio Cervantes, del cual en el ambigú celebrado anoche habían leído algo suyo dos o tres personas y probablemente el año que viene, tristemente, nadie se acordará del poeta mexicano. Pero para eso estaban los amigos, los actores y los poetas para leerle (a él, al premio Cervantes del año anterior, a otros muchos) y ocuparse de horadar esa huella que dejan las experiencias literarias intensas y que hacen que recuerdes esa novela, ese capítulo, ese poema, con una sonrisa agridulce o una mirada perdida entre nubes de ficciones.

En fin, que esto es una entrada, sobre todo, autocomplaciente, y es que la carne es débil y ya echaba en falta poner de cara a la galería lo negro sobre blanco que voy masticando a lo largo de los meses. Puedo ir cambiando de referencias y de registros a la hora de hablar de esto, pero al final siempre me quedaré con unos pocos libros y la sensación tan extraña de anagnórisis que dejan cuando los vas avanzando.

Ahora vendría la parte de los agradecimientos a escritores que no van a leer esto en la vida y que solamente serviría para mostrar al mundo una lista de lecturas muy semejante a la del supermercado, así que prefiero dirigirme al que me recomendó hace ya tanto El almuerzo desnudo, al que me habló de Bolaño por primera vez, al que me dijo que Neuromancer era una novela increíble, al que me mencionó a Amis y a Hornby, a quien metió a Houellebecq en alguna conversación, al que me redescubrió a Welsh o a quien coló a Adrian Tomine en una mañana de sueño. Entre muchos otros. Gracias a todos, por la parte que os toca.

Estamos a 24, y será que no me la merezco, porque todavía no me han regalado ni una rosa. Eso sí, yo ya me he apuntado un par de títulos para regalarme a mí misma. Y es que leer es un placer onanista poco comparable a nada. Disfruten.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ayer no leí absolutamente nada ni compré ningún libro. Hoy sí. Son las doce de la mañana y ya me hacen chiribitas los ojos de tanta letra tragada. Hay que llevar un poco la contraria...
Un saludo.

Anónimo dijo...

Todos los días deberían ser el día del libro, hohtiah.