domingo, 18 de marzo de 2012

Scriptorium

Les eligieron a ellos para que fuesen los mejores; fuertes, hermosos, despiertos. Y  habitaron largos años las altas torres de marfil. Aprendieron las obras, las fechas, las letras, las lenguas extrañas; cerrados con llave por dentro y sin más música que sus murmullos.
Sus bocas se entreabrían ávidas para captar cada matiz de acento, la punta de la lengua les sabía a aire parado y mientras curvaban los labios a cada trazo de pluma retaban a sus ojos a robar trozos de luz. 
Cuando pasó el tiempo y abrieron la puerta al mundo de las promesas, ya no había más que ruinas destripadas que rugían de hambre y de miedo.
Ellos, casi ciegos, se encogieron de hombros. Débil paso a débil paso, volvieron, deformes y encorvados, a sus torres. Ya no cerraron con llave. No quedaba en la tierra un solo diente que pudiera roer el marfil de los cimientos.
El aire seguía conservando aquel sabor estancado.

1 comentario:

Hazel dijo...

Las palabras sobran, la verdad...

;-)