sábado, 14 de mayo de 2011

S.O.S. (casi) por cinco

Ya no sé qué hacer con las voces de mi cabeza. No es que me hayan invadido las músicas del festival del pasado fin de semana, que por cierto, me ha sentado de vicio. De hecho, escribiría una (otra) crónica a frases cortitas y descriptivas de no ser porque no estoy segura de si se sigue llevando el name-dropping, por lo que antes de empezar a citar grupos y versos de Patti Smith dedicados a Bolaño (y emocionándome por el camino y por accidente) me paso al valor seguro del discurso vacío. Sin quitarme la pulsera, eso sí. 
El caso es que no paro de preguntarme qué va a haber después, si es que hay un después. Si no estaré ya muy quemada de los gorjeos ininteligibles de mis veinte (y casi únicas, pobrecitas) compañeras de Vladivostok, del discurso a veces difícilmente inteligible que me interrumpen o de quejarme de que me interrumpan, si total, parece que a nadie le importan un carajo la filología o las formas cuando el sillón del despacho es reclinable y la libertad de cátedra permite llenar una clase de eminencias para una masturbación colectiva en honor a un amiguete difunto.
Que conste que no me disgusta el voyeurismo. Pero en ocasiones preferiría hacer cosas, aunque sea algo tan tonto y tan poco valorado como aprender a diseccionar un texto a ver si con suerte, esas otras voces galvanizadas me ayudan, si no a saber qué va a haber después, sí a sentirme como después de un festival: más viva.
Yo ya me callo. Que hablen (y se entiendan), si es que pueden, entre ellas.
  

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