domingo, 18 de marzo de 2012

Scriptorium

Les eligieron a ellos para que fuesen los mejores; fuertes, hermosos, despiertos. Y  habitaron largos años las altas torres de marfil. Aprendieron las obras, las fechas, las letras, las lenguas extrañas; cerrados con llave por dentro y sin más música que sus murmullos.
Sus bocas se entreabrían ávidas para captar cada matiz de acento, la punta de la lengua les sabía a aire parado y mientras curvaban los labios a cada trazo de pluma retaban a sus ojos a robar trozos de luz. 
Cuando pasó el tiempo y abrieron la puerta al mundo de las promesas, ya no había más que ruinas destripadas que rugían de hambre y de miedo.
Ellos, casi ciegos, se encogieron de hombros. Débil paso a débil paso, volvieron, deformes y encorvados, a sus torres. Ya no cerraron con llave. No quedaba en la tierra un solo diente que pudiera roer el marfil de los cimientos.
El aire seguía conservando aquel sabor estancado.

jueves, 8 de marzo de 2012

Soñar con ellas

Todavía sueño, a veces. Se me aparecen esas mujeres, sabes, esas mujeres de otro tiempo que salvaban vidas y luchaban y se me aparecen sin sangre ni golpes ni el cuerpo encogido y entonces se me ocurre que algo, lo que sea, puede cambiar; pero despierto, siempre despierto, y me encuentro con el mismo techo, y espero el café y me acuerdo de lo que he soñado y lo voy repitiendo mientras me lo bebo sin ganas, ya no escucho la radio, para qué, y me acuerdo, es imposible no acordarse, de todo lo que te debí decir y no te dije, quizá porque pensé que no haría falta y las dos lo sabíamos pero yo no te lo dije nunca, hija, ten cuidado, o algo así; hija, otra vez así, no puede ser, no lo mereces; pero callábamos, las dos callábamos y yo evitaba mirar el maquillaje que no tapaba tu alma herida; y lo pienso cuando me subo al autobús como cada día de estos meses que parecen siglos o épocas enteras y miro al conductor que tiene cara de no soñar nunca, y a veces me dan ganas de llorar y es ya pena cansada y no me salen lágrimas y luego saludo a las enfermeras que me miran como si yo no pudiera ya soñar y entonces me encuentro contigo y los tubos en tu cuerpo flaco, amoratado, los labios secos y el pitido de infierno que flota en el silencio de esta habitación y por eso tengo que hablarte y decirte, ahora, todo eso que nunca te dije.


*recorte de un relato por encargo que fue presentado a un concurso organizado por la  Concejalía de la Mujer de Alcalá de Henares. O algo así. Como no ganó, no lo recuerdo. En cualquier caso, ahí está.