Ahora que ha pasado el tiempo [de duelo], es hasta ridículo ver cómo ciframos la realidad de lo vivido, cómo convertimos en metáfora el último polvo, la última línea o el último resuello para crear la ilusión de eso, de estar creando, de estar al fin en esa Literatura inalcanzable y soñada mil veces en la penumbra de los bares, esa Literatura a la que acercarse esculpiendo las palabras en la boca y en las hojas de una libreta de papel libre de cloro, y da mucha vergüenza releer ahora esos mira qué he hecho, mira qué he dicho, qué bien suena y qué bien escogidas como perlas las palabras, porque esas palabras quizá en menos de un año nadie recuerde ni use [siempre en detrimento de la imagen] y a veces se me ocurre, sólo a veces, si no nos estaremos envenenando de metáforas.
Creo que me vuelvo a la escuela.